Siempre he pensado que la terapia no servía para nada, eso de hablar con una persona ajena a mi, que no me conocía de nada, no creía que pudiera ayudarme en absoluto.
Debido a una serie de acontecimientos muy complicados que ocurrieron en mi vida, en muy corto espacio de tiempo, vamos ¡todos a la vez!, me sentí perdida y desorientada, no sabía como afrontar esa avalancha de sucesos en cadena que no podía parar.
Por consejo de mi familia y algunas amigas íntimas, acudí a la consulta. Sentía miedo y desconfianza pero eso duró solo en el momento de encontrarme con María, ella me recibió con su forma de ser cercana y natural, me escuchó con interés y respeto y no intentó convencerme de nada, solo me ponía delante el espejo para que yo viera y me diera cuenta de mis forma de sentir, de hacer y de reaccionar.
Esas fueron las claves para que confiara y poco a poco me fui abriendo y poco a poco fui descubriendo cosas de mi que ni imaginaba. He de decir que cuantas más cosas descubría más miedo tenía a encontrarme con las cosas de mi que no me gustaban, como descubrí posteriormente, yo nunca había creído en mi y por eso me sentía inferior a los demás y no confía en mis capacidades que resultaron ser muchas.
Terapia para mi es igual a vida, claridad, amplitud de miras, desdramatización, aceptación de mi y de la realidad que me rodea aunque no me guste o quisiera que fuera de otra manera.
La terapia me ha ayudado a despegar mis alas y volar, siendo yo misma por primera vez en mi vida.
