Tuve una infancia feliz, sentía que mis padres se querían y me querían. En la adolescencia descubrí, registrando un cajón de mi madre para ver si estaba y había firmado mi autorización para ir a un viaje del instituto, un sobre que, metiéndome a «salsero», abrí. Conforme leía sentía que me temblaban las piernas y estaba conmocionado, eran unos papeles que hablaban de adopción, de mi adopción.
Entonces ¿mis padres no eran mis padres?, ¿dónde estaban los mios, mi madre la que me parió?.
Esperé unos días para reponerme del impacto y hablé con mis padres. Allí estábamos los tres sentados en el salón de la casa frente a frente y de pronto se me aparecieron diferentes y yo estaba muy nervioso y desconcertado.
Me contaron que durante años habían hecho muchos intentos para tener hijos y finalmente al no conseguirlo, decidieron adoptar. Yo fui el primer niño que tuvieron en sus brazos y me confesaron que empezaron a quererme nada más verme. Estaba emocionado, los tres estábamos emocionados y llorábamos. Les recriminé que no me lo hubieran contado y ellos me hablaron de su miedo a mi rechazo.
Hoy, después de la confusión, que aclaré poco a poco en sesiones de terapia, he vuelto a recuperar mi bienestar y me siento agradecido por el gran amor y dedicación que he recibido por parte de los dos. Vosotros sois mis padres, os quiero.