Hoy he tenido mucho miedo. El tiempo parecía detenido, solo se hacía obvio en las agujas del reloj que continuaban avanzando a su ritmo. A las puertas de un quirófano el tiempo no pasa, cada minuto parece una eternidad y más aún cuando te dicen que la intervención durará sobre media hora y el tiempo real refleja que ya pasan dos horas sobre la hora prevista.
Cada uno sabe lo que le ocurre por dentro e intenta contener para no añadir más tensión, hasta que descubres que las miradas de todos hablan el mismo idioma y reflejan la misma inquietud. Como de soslayo al principio y descaradamente después, mirábamos por la rendija de la puerta con la esperanza de ver salir al cirujano que nos dijera ¡Papá está bien!.
Después de tres horas y gracias a Dios, a la pericia del cirujano y a la fortaleza de mi padre, hemos dado un suspiro de alivio al verlo atravesar la puerta del quirófano con un marcapasos incorporado a su cuerpo para ser el centinela permanente al cuidado de su salud.
Hoy el corazón de mi padre, que tanto amor tiene y tanto amor da, puede seguir latiendo sin miedo.
Gracias por vuestros ánimos y por vuestro envío gratuito y amoroso de luz y energía.