No puedo controlar tus miedos,
sólo tú tendrás que hacerlo.
Pero permaneceré atenta
a tu llamada.
No voy a curar tus heridas,
eres tú quien ha de sanarlas.
pero aquí estaré para abrazarte
cuando sientas dolor.
No pretendo enseñarte
lo que tú debes descubrir.
pero cuando lo aprendas,
compartiremos senda.
Mientras tanto, quiero darte
todos los halagos que mereces
y tu corazón necesita.
Todos los besos que alguien no pudo darte
y siempre han sido tuyos.
Toda la aceptación incondicional
simplemente, por ser quien tú eres.
Me queda recordarte que supones
un hermoso regalo para mi vida
y para ti misma.
María Jesús Torralba