Ahora que perdiste los recuerdos
y mi imagen se nubló para ti en un espejo empañado.
Ahora que olvidaste tu nombre
y guardaste tu memoria en la mesita de noche.
Ahora que confundes las palabras
y todas las sílabas te parecen iguales.
Ahora que te pasas el día soñando
y en la noche bailas con la peonza de tu infancia.
Ahora que el reloj es no más que un adorno en tu muñeca
y los números son ángeles ocultos en dibujos.
Ahora que perdiste tus fotos
y todas las películas te parecen iguales.
Ahora te encontré,
sentada en tu sillón azul,
mirándome a los ojos de mi alma
y diciéndome sin decir nada:
“no sabes, hijo, cuánto te quiero”.
Gracias siempre y mi cariño para ti.