Quiero compartir con vosotros un gesto de amor precioso, como todos los que fluyen desde el corazón.
Ayer caminaba con Ainhoa por la calle cuando en un charco de agua ella vio una mariposa que intentaba salir, hacía todos los esfuerzos que podía intentando mover sus débiles y mojadas alas para impulsarse y salir del agua, sin conseguirlo.
Entonces Ainhoa la cogió, apenas se movía ya. Secó sus alas con sumo cuidado mientras la miraba con una mezcla de temor y cariño.
Como teníamos que coger el coche para marcharnos, la sostuvo en su mano durante todo el trayecto, le hablaba con cariño animándola a vivir y acercándola al cristal para que le diera el sol y terminara de secarse. Cuando llegamos al destino, salimos del coche y de pronto, la mariposa a la que le había puesto de nombre «pintitas», extendió sus alas y se elevo hacia el cielo.
Durante un rato la seguimos con nuestra mirada alegre e ilusionada, ella revoloteaba y se elevaba cada vez más alto, hasta que la perdimos de vista.