El poder interior procede del tipo de persona que somos, de lo que hacemos cada día con nuestra vida. La persona que siente su fortaleza tiene una autoestima saludable, se conoce bien, se acepta como es y acepta tanto sus capacidades como sus limitaciones, sus debilidades, sus miedos, sus errores, no necesita satisfacer ideas de perfección, es capaz de ser fiel a sí misma, sin pretender ser lo que no es para impresionar, no necesita dominar a los demás para sentirse poderosa, se siente libre y persigue sus propias metas.
Una persona conectada con su fortaleza interior es aquella persona que sabe adecuarse a los cambios, aceptarlos como un modo de crecer y evolucionar, que puede fluir sin resistirse a su realidad, que es flexible como el bambú que se dobla pero no se rompe.