MI HOMENAJE A UN MAGNIFICO HOMBRE QUE SE HIZO ASÍ MISMO VENCIENDO LA ADVERSIDAD Y HOY, VIVE LIBRE.
FELICIDADES POR LA GRAN PERSONA EN LA QUE TE HAS CONVERTIDO.
ADEMÁS… FELICIDADES PORQUE PRONTO SERÁ TU SANTO. FELICIDADES JOSÉ JAVIER.
Erase una vez, un niño que no podía jugar. No podía hacer amigos ni consolidar amistades porque muy a menudo, debido a la ocupación de su padre, tenía que cambiar el lugar de su residencia, se trasladaba de una ciudad a otra, sin que sus amistades pudieran consolidarse. No podía arraigarse, ni encontrar el juego ni el arropamiento de otros niños, cuyos padres permanecían siempre en el mismo lugar de residencia. Era un caminante, siempre un caminante.
Cada vez tenía un nuevo encuentro sin futuro y aparecía una vieja conocida, la despedida.
Cuando sus padres se miraron amorosamente por última vez, él apenas tenía conciencia, aún no sabía que nunca volvería a ver a su padre como al hombre al que admiraba. Como todo niño, veía en su padre al ídolo, ese superman todopoderoso que siempre está presente para acunar sus miedos.
Un nuevo traslado para enfrentar de nuevo una vida diferente, distinta de todas las conocidas. Un nuevo amanecer tras el cual hubo muchos amaneceres, esperando, esperando…, sin encontrar esas manos queridas. Las manos fuertes de su padre acariciando su cabeza y dando una palmada sobre su hombro.
Aquel niño se esforzaba, en ser mejor cada día, estudiaba mucho para que él, su padre, en su ausencia se sintiera orgulloso de él y volviera para abrazarle. Lo pensaba cada viernes. Esperaba con el corazón palpitante, a un ritmo fuera de lo normal.
¡Después de comer vendrá!. Pensaba, poniendo en ese momento toda su ilusión. No quería ni acostarse a dormir la siesta, como mandan los cánones, para no perderse el dulce sonido del timbre de la puerta, que le indicaba que allí estaba su padre para recogerlo.
Vencido, sin fuerzas, sin ganas, herido una vez más, se queda dormido. Tan solo, la mirada comprensiva y dulce de su abuelo atenuaba su dolor.
Otro día más y el timbre de la puerta no sonó. Las buenas notas dejaron de ser su aliciente, su comportamiento educado y amable de buscador, ya no era su estímulo y se encerró. Se metió dentro de su mundo que convirtió en «mágico». Ahora él sería el «superman», el Roki luchador que le sirvió como modelo de hombre y de superación de la adversidad. Modeló su cuerpo para que fuera fuerte, reforzó y remodeló sus músculos, que se volvieron prominentes hasta que taparon su debilidad, su miedo y su dolor. Así se sintió fuerte, así fue como se protegió de un mundo que consideraba hostil e injusto. Así intentó olvidar que seguía esperando a que sonara el timbre de la puerta.
No confiaba, no creía y no quería abrir su corazón, hasta que un día, Cupido se coló por las rendijas de su ventana y le hizo sentir una corriente eléctrica por todo el cuerpo. Poco a poco, muy poco a poco, se rindió, creyó y confió.
La mirada cómplice, limpia, fiel, comprensiva y amorosa de la mujer que amaba, lo devolvió a la vida. Y..dejó de esperar. Y.. volvió a la vida. Y… empezó a vivir.
El hombre dejó atrás al niño. Venció, triunfó sobre sí mismo.
Un día, se reencontró con el hombre que siempre había esperado, su padre, pero no era el mismo que él recordaba de niño, no era el mismo al que él esperaba cada viernes por la tarde.
Aún así, lo acompañó en la hora de su muerte y le besó y le dijo algunas de las cosas que durante años rondaron por su cabeza y rompieron su corazón y, le cerró los ojos cuando dijo el adiós a esta vida, y le dejó marchar en paz y… él encontró su paz.
Sólo cuando hacemos lo que necesitamos y decimos lo que queremos es como encontramos la paz con nosotros mismos. Si esperamos que sean los otros los que hagan su parte, puede ser que eso no ocurra.
HAZ LO QUE SIENTES QUE NECESITAS, NADIE LO PUEDE HACER POR TI.