Había una vez en un precioso lugar situado en el campo, una casa que tenía un corral de gallinas.
Las gallinas vivían una vida de gallinas, su dueño cada día les ponía de comer y estas de dedicaban a poner sus ricos huevos.
Un día pasó por aquel corral un hombre que amaba a los animales y se quedó observando a las gallinas que corrían de un lado para otro y también a las que incubaban sus huevos, entonces se dio cuenta de que una de ellas era diferente de las demás, no era una gallina era un águila que vivía vida de gallina, porque desde que salió de su huevo había vivido con las gallinas y aprendido sus comportamientos.
El hombre le pidió permiso al dueño del corral para trabajar con el águila, -claro que sí respondió el dueño-, así que el hombre cogió al águila del corral y la llevo a un risco en la montaña. Mientras la sujetaba en sus manos le dijo -tú eres un águila, eres la reina de las aves, extiende tus alas y VUELA-.
El águila estaba asustada y deseosa de volver al su corral dónde se sentía segura. Al día siguiente el hombre regresó, volvió a llevar al águila al rico y volvió a decirle – Tú eres un águila, eres la reina de las aves, extiende tus alas y VUELA-. Esta vez el águila extendió tímidamente sus alas e intentó aletear, pero se volvió a asustar y se quedó paralizada.
Así fueron pasando los días y el hombre continuó con empeño, hasta que un día, después de muchos e infructíferos intentos, le repitió con una voz firme -TÚ ERES UN ÁGUILA, ERES LA REINA DE LAS AVES, EXTIENDE TUS ALAS Y VUELA-. El águila extendió sus magestuosas alas y se elevo hacia el cielo, voló para reunirse con las demás águilas y por fin se sintió la reina de las aves surcando el cielo.
Desde aquel día, el águila vivió con sus semejantes, de vez en cuando se acercaba por el corral para ver a las gallinas pero nunca más volvió a vivir una vida de gallina.
Tú eres un águila, extiende tus alas y vuela.