Ese rincón de luz en el que habito,
ese espacio de ternura casi infinita,
esos ojos abiertos, atentos,
esas manos listas, despiertas,
ese lado amable, sincero, locuaz,
esa partecita creadora y elocuente,
ese camino poblado de flores amarillas,
esas honduras que quisieran vivir en el alma,
esa pasión que enciende vida, salud,
hogueras de esperanza,
esa mirada más allá de cualquier pórtico,
dulce, sosegada, desveladora,
esos seres que a mi lado volvieron a reír,
ese Profesor Jekyll sabio y humano,
acojo.
Esos deseos que por pudor me callo,
esa tristeza grande como un mar,
ese vacío emocional que es el mismo infierno,
esa imperiosa necesidad de gritar: ¡Eh, estoy aquí!
y que tú me oigas,
me digas cosas lindas,
ese amor siempre bebido a sorbos,
esas sombras negras que me persiguen
y de las que huyo como un loco,
ese anhelo de estar en todas las películas
y ser la estrella de todo firmamento,
ese Mr. Hyde feo, encorvado, insidioso,
ese niño pequeño herido, balbuciente,
lloriqueando miedo y frío,
esa gula porque me reconozcas
y me consideres,
también acojo.
Podría confesarte más cosas,
éstas, por hoy, bastan.
Valentín Turrado Moreno