Se me fueron de la boca las ultimas palabras.
Se quemaron en mi garganta
en un incendio intencionado.
Hasta tu nombre cálido se vio envuelto
en llamas,
en llamas,
en cenizas.
Ando aturdido, extrañado de mi,
como un vagabundo sin ruta ni posada.
Me he quedado, sabes, sin ayer.
Mi pasado se perdió entre la hoguera.
Mi
futuro, incierto, no sé cómo llamarlo,
futuro, incierto, no sé cómo llamarlo,
algo así como que no existiera.
Ya ves, no sé decir las cosas que antes
tenían nombre.
tenían nombre.
Voy dando tumbos hablando con los ojos,
poniendo tíldes con mis manos,
calor con mis labios y mis mejillas.
Cansado de que fuera no me entiendan
he empezado a hablar conmigo mismo,
en un soliloqio amable, entretenido,
de palabras sin voz, de piropos sin
letras.
letras.
¡No sé tantas cosas de mi
que me quedo embobado escuchándome,
como un niño que descubriera los rastros
de un tesoro!.
de un tesoro!.
Ha sido el silencio el que me ha devuelto
a casa,
a casa,
a paredes de colores,
a muebles de madera.
He vuelto a sensar que estaba en la
estación donde me dejé
estación donde me dejé
la última vez que cogí el tren.
Con mi fe incrédula
confieso que el poeta avistó verdad:
quien habla solo espera hablar a Dios un
día.
día.
Valentín Turrado Moreno
23-01-2013
