INTOLERANCIA

  Se entiende por intolerancia a la acción de no tolerar o soportar a las expresiones que se oponen a determinado tipo de valores o ideologías y que por tanto se vuelven contrapuestas a las propias. Muchas veces la intolerancia se relaciona con el miedo y con el temor a lo desconocido, con la falta de habilidad o de voluntad para tolerar algo.


La intolerancia como actitud y como método de vida es sin dudas uno de los elementos más nocivos con los que una persona o un grupo social puede contar. Esto es porque la intolerancia implica necesariamente un daño a los demás, daño que se hace presente a través de violencia verbal pero también física y psíquica, por eso también definimos la intolerancia cuando decimos que es la perserverancia de la opinión propia, a pesar de cualquier tipo de razones que pudieran argumentarse contra ella.

Justo en el lado opuesto de la intolerancia, está la tolerancia, a la que el Diccionario de la Real Academia Española (RAE) define como «el respeto por los pensamientos y las acciones de terceros cuando resultan opuestos o distintos a los propios. El concepto viene del latin tolerare que significa tolerar y hace referencia al nivel de admisión o aprobación frente a aquello que es contrario a nuestra moral. En otras palabras, se trata de la actitud que adoptamos cuando nos encontramos con algo que resulta distinto de nuestros valores, opiniones o ideas.

 

La intolerancia tiene en la soberbia a su mejor aliado y en la falta de respeto, atención y consideración por las ideas y opiniones de los otros su amigo más fiel. 

LA PERSONA INTOLERANTE

El intolerante es rígido, vive de dogmas
incuestionables, de verdades inobjetables, no soporta la libertad de expresión
porque cree solo en su verdad, la única, la correcta. Ve y moldea el mundo
únicamente desde su óptica, le da forma a la vida solo a partir de sus
experiencias y de su ideología sin aceptar alguna que le sea diferente.
Por increible que parezca, la persona intolerante es la que denuncia la
intolerancia con más empeño. Al encontrarse atrapada en su pensamiento único, recrimina que haya personas
tan intolerantes como él/ella y es que, al estar cegada con su ideología, le impide ver su
propia intolerancia.

No admiten tonalidades grises, todo es blanco o negro, o están con él o contra
él. Y es que si ellos tienen la verdad, ¿que caso tiene oír opiniones que
carecen de ella?, si ellos tienen la verdad, cualquiera que no comparta sus
ideales podría ser un enemigo porque están alejados de ella. Disfrazados de
demócratas, pueden oír el punto de vista de cualquiera solo para convencerlos
que están equivocados, que han errado el camino, que el único sendero que vale
la pena recorrer es el que ellos han marcado.

Son inflexibles, y difícilmente evolucionan. Sus ideas y su concepción del
mundo a los 20, es idéntica a los 60, y en ese camino, si alguien los acompañó
al principio, pero ha cambiado de rumbo, si el otro ha descubierto nuevos
caminos y ha decidido asomarse a la vida desde una nueva ventana y con otros
ojos, se convierte entonces en un traidor. Un traidor que merece ser exhibido y
denunciado. Y como no hacerlo, si ha cambiado del blanco al negro y se ha
alejado de la verdad.

No tienen un objetivo político, tienen una misión divina o
moral. Se convierten en modernos cruzados que justifican atropellos y torcer la
ley si es necesario, basados en un bien superior, en un imperativo moral. Si
fracasan, no solo se comprometen ellos, sino que comprometen sus principios, su
misión y modelo espiritual. Por eso son obcecados, por eso no hay manera de
negociar con ellos.
Son duros, energicos en la defensa de sus argumentos, en su intento de «ganar» la razón, no dudan enmenorpreciar los argumentos del otro ni en elevar la voz, hasta el grito si es necesario, con tal de hacerse oir e imponer su verdad. Intentan sostener con autoritarismo, lo que con
argumentos no pueden apuntalar.
Mantienen una férrea disciplina en el grupo al
que pertenecen, no hay espacios para divergencias, réplicas ni debates. Suelen
rodearse de un pequeño grupo de incondicionales y difícilmente aceptarán en su
primer círculo a alguien ajeno.
La intolerancia cierra los caminos de la comprensión y crea a
su alrededor un ambiente hostil, que si se incuba se enquista y no puede ser
extirpado. El clima de polarización que vive la clase política, se contagia
cada vez más a la sociedad. No dejemos que nos arrastren.
Que razón tenía Tagoré hace casi 100 años. Donde no hay
coexistencia hay codestrucción.
QUIEN QUIERE, A TODA COSTA GANAR BATALLAS,
TERMINA PERDIENDO LA GUERRA.

Autor entrada: MariaGuerrero