Me sentía vacía, deprimida, con una especie de angustia vital incapacitante, desconcertada, perdida y sola, muy sola, encerrada en mi misma y permanentemente acompañada por un run run obsesivo en mi cabeza que no me permitía concentrarme en mi trabajo ni en ningún aspecto de mi vida.
La única amiga con la que de vez en cuanto hablaba un poco, me sugirió varias veces la necesidad de pedir ayuda a un psicólogo, sugerencia que automáticamente descartaba respondiéndole «yo no estoy loca y no necesito ningún psicólogo».
Así pasaron varios meses y cada vez me sentía peor. La salida que siempre había buscado para mi malestar era una pareja, era lo único que me aliviaba pero cuando terminaba la relación me sentía morir. «Otra vez sola», «nadie me quiere», «no soy suficientemente buena» «¿qué tengo yo para que no me quieran?», «no tengo suerte», estas eran las frases que se reproducían en mi cabeza y por más que hacía no las podía parar.
Un día, después de una noche interminable de insomnio y angustia, decidí pedir cita en una psicóloga que me había aconsejado. Mientras esperaba que llegara el día de esa primera cita me sentía muy nerviosa, ¿que le voy a contar?, ¿y si no tengo cura?, ¿y si lo mio no tiene solución?…
La cosa fue mejor de lo que esperaba, en la primera cita no paré de llorar, después poco a poco pude ir enfocando mis sentimientos y desvelando la forma en la que vivía mi vida. María me hizo ver que había vivido como un y/o a medias, con un gran agujero emocional que intentaba llenar con cosas y personas ajenas a mi. Me di cuenta de mi alienación con los hombres, buscaba una pareja para sentirme completa porque yo no creía tener ningún valor por mi misma y entonces me volcaba de tal manera en el otro que me perdía de mi, así que cuando se terminaba la relación me sentía en la nada, en el vacío más absoluto y en la angustia más insoportable.
Hoy llevo 3 años sin pareja, ya no siento mi corazón encadenado porque he salido de la dependencia emocional desde la que me relacionaba y he logrado sentirme satisfecha conmigo. Siento que ya no necesito alguien a mi lado que me complete porque ya no soy un y/o a medias, soy una mujer entera, capaz de resolver mis asuntos, capaz de encontrar actividades que me gustan y de mantener relaciones de amistad con chicos sin buscar ni esperar nada más.
Ahora hago planes con mis amigas, las mismas amigas a las que había dejado apartadas cuando tenía pareja y disfruto mucho de mi y de mi vida, eligiendo que es lo que me conviene en base a lo que necesito.
La terapia me ha dado la oportunidad de VIVIR, conociéndome más, aceptándome tal como soy sin sentirme menos por mis debilidades, respetándome a mi misma y siendo fiel a mis principios.