¡LA AVENTURA ES LA AVENTURA!


Ayer domingo regresaba de Valladolid, dónde había realizado un curso intensivo durante varios días. Al termino, con la comida, salimos hacia el aeropuerto de Villa Nubla, dónde mi vuelo salía a las 4.55 horas.

El mostrador de facturación estaba vacío, el aeropuerto desierto. Me aproximé a la ventanilla de información y cuál fue mi sorpresa al recibir la noticia -hoy no sale ningún vuelo-. Saqué mi billete y se lo mostré a la señorita que inmediatamente se dio cuenta, -este billete era para ayer-. ¿Cómo para ayer?, si yo lo pedí para hoy. La faena estaba hecha, un error en la agencia y también un error por mi parte al no comprobar los datos al recibir los billetes por Internet, habían conseguido que me quedara literalmente «tirada».

A partir de ese momento tocaba buscar alternativas para regresar a Murcia dónde está mi casa.
La única posible era el tren y hacia la estación nos encaminamos a toda máquina, las dos personas asistentes al curso, que hicieron acto de generosidad al acompañarme y dedicarme su tiempo y yo.
-No hay billetes-. Esa fue la respuesta de la empleada de RENFE a mi pregunta, mi cara se transmutó por un instante, al no ver posibilidad de regreso. Por fin, apareció una lucecita en el horizonte cuando la señorita me dijo que quedaba una plaza libre de Valladolid a Madrid y otra de Madrid a Alicante en un vagón diferente, ¡biennn!, podía regresar.

En el camino me encontré con personas en transito, como yo, una señora me contó con lágrimas en los ojos, que se sentía triste por tener que dejar a su hija en pueblecito de Valladolid dónde vivía, con su nietecita nacida tan solo hace tres meses, después de estar acompañándola y ayudándola durante este tiempo, ¡cuánto las iba a echar de menos! y ¡cuánto le pesaba la distancia en esas circunstancias!.

Una mujer joven de Cartagena, me contó que venía de acompañar durante unos días a su abuela que estaba enferma y ahora tenía que incorporarse a su trabajo en Albacete, cuando en realidad le habría encantado bien quedarse con su abuela o bien volver a Cartagena junto a sus padres y su familia. Se sentía sola, se sentía triste y encontró un espacio para aliviar su pena a través de la expresión de sus sentimientos.

Después un joven leonés con destino Torrevieja. Me expresó su cansancio por andar a caballo entre las dos ciudades a causa de la dificultad para encontrar trabajo, se sentía cansado de tanto viaje y de tanta inestabilidad, ¡cuánto deseaba quedarse en su tierra y echar raíces en ella!.

Nos cruzamos en el camino con muchas personas, cada uno vamos en lo nuestro creyendo que lo que nos sucede, solo nos pasa a nosotros. Cuando lo estamos pasando mal por alguna circunstancia, tendemos a ver a los demás con el foco de la felicidad y nos decimos ¿que contentos están todos, todos están felices y tranquilos y yo…?.

Durante este tiempo de viaje escuché, recogí y abracé los sentimientos de estas personas preguntándome ¿porqué me lo cuentan?, ¿que es lo que hace que las personas nos abramos a otras personas que no conocemos?, ¿qué señales percibimos o mandamos a los demás, que los acercan o, literalmente los echan de nuestro lado?.

Esta reflexión la dejo para ti, para que encuentres tus propias respuestas, para busques cuales son las señales que mandas en una u otra dirección, para que puedas poner conciencia y claridad en como estableces tus relaciones y en cuales son sus consecuencias para tu vida.

Al final de trayecto estaba cansada de un viaje tan largo y aún así me sentía feliz. Pienso que nada ocurre por casualidad, quizá no tenía que volar para escuchar y aliviar a estas personas a las que hoy agradezco la confianza que depositaron en mí.

Autor entrada: MariaGuerrero