En los últimos años han florecido las denominadas adicciones psicológicas, se habla de la adicción al juego, a las compras, al trabajo, a Internet, al móvil, a la tele, al café…
Aunque tales adicciones sin droga no están recogidas en las clasificaciones al uso de los trastornos mentales, parece existir cierto acuerdo en que el proceso adictivo es similar al producido por el consumo de drogas: gratificación inicial, restricción de respuestas alternativas, presencia de tolerancia-dependencia-abstinencia psicológica y consecuencias negativas.
Sin embargo, si se acepta que las adicciones no pueden limitarse exclusivamente al consumo de sustancias psicoactivas, entonces cualquier hábito conductual es susceptible de adquirir la condición de comportamiento adictivo, a condición de que haya una pérdida de control, una fuerte dependencia psicológica, un desinterés por otras actividades previamente gratificantes y una interferencia significativa en la vida cotidiana.
Como señala el protagonista de La última noche de Dostoievski de C. Peri Rossi:
«Verdaderamente, soy un tipo adictivo. Tengo adicción al juego, al cigarrillo, a las mujeres, a la lectura del periódico, a la ducha, y a la vida: detesto la certeza de ser mortal. Pero los otros -los que no juegan- tienen, también, sus adicciones: son adictos al trabajo, al dinero, al fútbol, al alcohol, a los medicamentos, a las hierbas, a la actualidad, o a la moda. Hay adictos a la religión, y otros a la política. Por lo menos, las mías, son adicciones lúdicas. Y no hacen daño a nadie, salvo a mí mismo.»