Son muchas las personas con las que nos cruzamos a lo largo de la vida, una permanecen un largo tiempo a nuestro lado mientras otras se quedan menos tiempo o pasan como un suspiro. Mientras unas nos dejan huellas imborrables otras solo pasan sin decir nada y eso no depende del tiempo sino de la inesnsidad de la relación que hemos establecido.

Es curioso como a muchas de esas personas «de siempre» ni siquiera las conocemos ni nos conocen, aunque la relación sea continuada y cotidiana, pasan y pasamos de puntillas por encima de nosotros y de ellos vinvulandonos desde la superfiacilidad.

Me resulta maravilloso escuchar una y otra vez en los diversos cursos y talleres de trabajo personal que realizo frases como «he tenido un contacto más profundo en estos días con personas quue ni conocía antes de llegar, que con mi familia y mis amigos de toda la vida».

¿A que se debe esta vivencia tan profunda?, ¿como es posible conectar con personas en tan solo unos días a niveles tan profundos y enseñar de uno mismo lo que llevamos toda una vida maquillando o camuflando a quienes consideramos «nuestra gente»?

Muchos hemos aprendido desde pequeños que ser como somos no está bien, nos han colocado diferentes tipos de etiquetas que nos obligan a responder a los titulos que en ellas figuran y que generalmente comienzan por «tú eres…listo, tonto, feo, obediente, trasto, guapo, complaciente, simpático… etc». En ese camino en el que nos ocupamos incoscientemente de responder a las etiquetas que llevamos, nos quedamos atrapados a la sombra de nosotros mismos, sin espacio para ser quienes somos y de manifestarnos tal cuál somos. Terninamos creyendo que solo somos eso que rezan nuestras etiquetas y ocultamos lo demás, incluso nos avergonzamos cuando nos descubrimos en un sentimiento, pensamiento o acción que no responde con el repertorio de sentimientos, pensamientos y acciones que se corresponden con el titulo de la etiqueta.

Desde aqui vivimos a medias. con la mitad y a veces menos, de las posibilidades que tenemos y lo peor es que por un lado, nos creemos que lo que conocemos de nosotros, es todo lo que somos y por otro lado, cuando intuimos algo más dentro de nosotros nos asustamos y nos avergonzamos, por eso lo tapamos, nos lo ocultamos y lo maquillamos ante los demás.

Nos avergonzamos de ver nuestras limitaciones, de sentirnos vulnerables, inseguros o temerosos y perdemos la oportunidad una y otra vez de vivenciarnos completos.

Somos mucho más de lo que creemos ser y también mucho más de lo que tapamos, ambas partes, nuestra luz y nuestra sombra, son nuestras, constituyen nuestro Yo completo, no nos podemos vivenciar completos si nos sentimos excindidos.

Es por eso que cuando las personas nos reunimos en grupos de trabajo, en los que los participantes tienen un interés comun, trabajar sobre si mismos, quitar las máscaras que distorsionan las exspresión sincera, acabar con los mecanimos defensivos y crecer, surge el maravilloso milagro del encuentro.

Al despojarnos de los miedos nos atrevemos a ser y a manifestarnos tal cuál somos, de forma espontanea. con lo que emerge de cada uno, acogido en un clima de respeto profundo que invita y libera porque está carente de juicios, de críticas, de moralización…y de tantos obstáculos que no dificultan en nuestra vida cotidiana.

Cuando nos entregamos con el corazón abierto encontramos muchos corazones que tanbién se abren y entonces se produce el encuentro sanador.
SOLO LLEGA AL CORAZÓN LO QUE SALE DEL CORAZÓN.

Autor entrada: MariaGuerrero