Hoy viene a mi recuerdo una frase que quedó grabada para siempre en mi cabeza, en mis manos y en mi corazón.
Aquel día, hace ahora más de veinte años, me temblaban las piernas, mi corazón cabalgaba dentro mi pecho como un caballo desbocado y mi cabeza no paraba de trotar dando vueltas en torno a una pregunta ¿sabré hacerlo, podré ayudar?.
En aquel momento se acercó a mi un querido amigo y le conté que estaba esperando a la primera persona que atendería en terapia. Él me miró profundamente con ojos limpios, amorosos y tan claros como el día y, después de un rato en silencio, de sus labios brotaron estas palabras,
Gracias siempre amigo mío, siempre GRACIAS.