La comunicación es una tarea a la que no podemos renunciar en las relaciones interpersonales que establecemos.
No podemos no comunicarnos
Sea cuál sea la forma que utilicemos, estamos transmitiendo mensajes a los demás, bien sea a través de nuestras palabras (comunicación verbal), o bien sea a través de nuestros gestos, posturas o actitudes (comunicación no verbal).
Lo realmente importante, es que la comunicación está en la base de nuestras relaciones, supone el vehículo mediante el cuál las personas podemos llegar a satisfacer nuestras necesidades básicas de amor, valoración, integración y reconocimiento, manifestadas en la posibilidad de DAR y OFRECER valoración y reconocimiento, RECIBIR el afecto y el cariño que nos dan y PEDIR lo que necesitamos.
Al afectar a nuestras relaciones, la comunicación se encuentra en la base de nuestro bienestar y también en la de muchos de nuestros conflictos. Cuando no nos atrevemos a ser nosotros mismos, no podemos «enseñarnos» a los demás de forma abierta y clara, decimos las cosas a medias y esperamos que nos adivinen lo que queremos, cosa que raramente ocurre, entonces nos quejamos de que no nos entienden o peor aún, creemos que no les importamos o nos quieren si no nos adivinan. ¿Alguien tiene un bolita mágica?
Si no tenemos una comunicación sana, no podemos conseguir intimidad ni consolidar un verdadero encuentro entre personas.
En realidad nos comunicamos según somos. Si no creemos o no confiamos en nosotros, nos sentimos inseguros o tenemos miedo a mostrar nuestros sentimientos, tenderemos a protegernos y pondremos resistencias para evitar exponernos ante los demás. Cuando un día expresemos algo de nosotros, tendremos la sensación de quedar al descubierto, desprotegidos, por eso nos encerramos en nuestro mundo protegido y hermético, por eso nos sentimos solos aunque estemos con muchas personas.
O tras veces el problema no está en lo que decimos sino en el como lo decimos. Podemos tener toda la razón del mundo, pero la perdemos en el «como» transmitimos nuestras ideas o pensamientos. Nos empecinamos en mantener nuestras opiniones y lo único que conseguimos es sentirnos frustrados y rabiosos porque los otros se enfadan, seguro que en estas ocasiones piensas «no puedo decir nada porque enseguida hay conflicto, no lo entiendo». Cuando esto ocurre, piensa que tu «como» ha dañado a la otra persona y ha puesto obstáculos a la comunicación.