Es muy probable que hayas tenido experiencias de que todo le salga bien, esas rachas en las que parece que nada puede fallar. Igualmente es seguro que también habréis vivido otras de esas rachas en las que más vale no levantarse de la cama, ¡qué desastre!, ¡No doy una!, habrán sido probablemente sus expresiones de esos momentos.
Si cada uno de nosotros somos la misma persona, ¿en qué consiste la diferencia de que unas veces pensemos que todo nos va de forma desastrosa y otras de forma positiva y enriquecedora?.
La diferencia radica en la interpretación que, en cada momento, hacemos de las cosas que nos suceden, en las creencias de las cuales partimos y en las opiniones, ideas o posturas rígidas que adoptamos; estas nos limitan la visión general de la realidad y es como si fuéramos por el mundo con mayor o menor grado de ceguera.
Unas veces potenciamos la confianza en nosotros mismos, el amor, la seguridad, la ilusión, la alegría y, nos metemos en un circulo positivo mediante el cual nos encaminamos hacia el éxito, y la potenciación personal, proyectándonos hacia la satisfacción y anticipando los logros favorables de las tareas que emprendemos.
Por el contrario, hay estados personales que nos paralizan, en ellos potenciamos el miedo, la inseguridad, la desconfianza en nuestra capacidad, nos creemos incapaces de conseguir nuestras metas y, o bien nos precipitamos buscando soluciones fáciles, arriesgadas y ¡a ver que sale!, con una probabilidad muy alta de error y fracaso, o nos metemos en nosotros mismos para lamentarnos de nuestra situación.
Parece claro que la elección en la forma de ver el mundo que cada uno desarrolle, va a determinar nuestro estado de ánimo habitual, bien para impulsarnos hacia el bienestar y la satisfacción personal o bien para amargarnos la vida.
Vista de esta manera ¿depende mi estado de ánimo del pie con el que me levante?. Es obvio que NO. Cada uno inventamos y elegimos el día que queremos vivir y el estado de ánimo con el que queremos enfrentarlo.
Nuestra visión de nuestra vida y de lo que ocurre en ella,
es el FARO que alumbra nuestro día
María Guerrero