La ternura es esa sensación que nos conmueve, es la emoción que sentimos al ver a un bebé dormido, a una niña acariciando la cara de su padre, la mirada ensimismada de los enamorados cuando están frente a frente y se miran a los ojos, cuando vemos a una pareja de ancianos paseando por la calle de la mano, como si la emoción de su juventud no hubiera pasado para ellos.
La ternura brota cuando nos sentimos comprometidos en una caricia, en un abrazo cálido, es un regalo para el alma que la inunda y la llena de amor.
El amor sin ternura se queda cojo, busca entonces el dominio y el poder. La ternura habita en el corazón amoroso y lo completa.
Muchas veces no se necesitan palabras, cuando el único modo de expresión es el abrazo, la mirada limpia y el gesto acogedor, el espacio se llena de ternura y los corazón se ensanchan de alegría.
La ternura es el arte de sentir a las personas en su totalidad, tal como son, en su plenitud. Cuando nos embarga la ternura nuestro interior se llena de paz, de armonía y nos envuelve una atmósfera de bienestar, que se irradia a todos los que están cerca de nosotros.
QUE NO NOS FALTE LA TERNURA
Cuando podemos mirar y ver
con los ojos de ternura,
cuando la dejamos anidar el corazón
y posarse en nuestras manos
aleteando sus alas,
el mundo se hace más grande
las personas más humanas,
ensanchándose el encuentro
dejando entrar la mañana
con su soplo de aire fresco,
mirándonos y mirando
con ojos sin telarañas.