ESCUCHAR NO SOLO ES OIR…

LA
ESCUCHA EN LAS RELACIONES

Hay quien solo se escucha a sí
mismo.

Los hay que se escuchan y no se
entienden.

Haberlos los hay que escuchan
sacrificándose.

Hay quien por estar callado
pareciera equivocadamente que escucha.

El acto de escuchar resulta
ser un arte más difícil que el de hablar.

Porque escuchar –no confundir con
oír- supone acallar el diálogo interior, una cháchara continua, no siempre
productiva.
Y es que el diálogo interior de cada uno puede
ser rico, tierno, nostálgico, creativo, futurible o simplemente obsesivo,
rumiante, cortocircuitado, agobiante… Cada uno mantiene su propio diálogo interno, que se desarrolla en funcinción de su propia manera de leer la vida y los acontecimientos que ella acontecen.

Escuchar es más bien una actitud, una
disposición generosa de ofrecer el propio tiempo, de ponerse a la expectativa
de interaccionar, de dejarse invadir.

Una disposición generosa de dejar el propio mundo personal e imbuirse en el mundo del otro para ver como es su particular manera de leer la realidad,
Y ya os aseguro, no es nada fácil, porque estamos en la cultura del yo, que es muy positiva siempre que nos permita abrirnos a un tú en las relaciones interpersonales que establecemos.
Y no es nada fácil porque nos cuesta aceptar que otros tengan visiones o lecturas diferentes a las nuestras y que también sean válidas, al menos para el otro son tan válidas como para nosotros las nuestras. 
Cuando se lee se escucha –a veces-.
En otros momentos decimos que la imaginación vuela, no somos conscientes del
contenido de las páginas leídas, nos acontece como al volante del automóvil,
cuando ocasionalmente avanzamos kilómetros sin ser ulteriormente conscientes de
por donde hemos pasado.
Y qué decir cuando se escucha a un
político sin mensaje, o a un conferenciante o profesor pesado, tedioso, aburrido.

Oímos mucho, muchísimo. Escuchamos poco,
poquísimo, porque generalmente estamos anticipando nuestras respuestas, convirtiendo
la conversación en un monólogo discontinuo, en un soliloquio interruptus.

Escuchar supone prestar atención,
interesarse por lo dicho y por quien lo dice.
Hacer en algo nuestro su
discurso.
Pero los humanos tendemos a creer
que es más importante lo que hemos de decir, que lo que escuchamos.
No es así.  Escuchar supone, cual juego
de tenis, que la pelota pase una y otra vez de un campo a otro. Lo contrario es
que te vomiten una verborrea incontenida.
En este «juego» de la comunicación, ponemos de manifiesto nuestras destrezas y nuestas limitaciones. Así si alguien se coloca un cartel de «timido», y por eso se protege de hablar de sí mismo, buscará para relacionarse a personas que se hayan colocado un  cartel de «extrovertido», de esta manera se instaura una relación «perfecta», tú hablas, que es lo que necesitas para hacerte ver, yo callo, que es lo que necesito para no mostrarme.
En un primer momento de esta simbiosis, TODO SERÁ PERFECTO, porque cada uno tiene lo que necesita, después vendran las «madres mías», las quejas, «no para de hablar…., no dice no muuuuuuu», entonces comienza el conflicto.
Este es uno de los motivos de muchas separaciones entre las personas, se quejan de lo mismo que eligieron en el primer momento, cuando ya no les vale.
Escuchar es abrir el corazón al otro para recibirlo desde quien soy y como quien es, para abrazarlo con lo que siente y para comprenderle con su particular forma de ver y leer la vida y las cosas que en ella le suceden.
María Guerrero.

Autor entrada: MariaGuerrero