EL AMOR ADOLESCENTE

El amor en la adolescencia suele vivirse de una manera intensa «el primer amor», ese primer amor que desborda y obnubila, que hace estallar el pecho de alegría y temblar ante la mirada del otro.

Este primer amor está lleno de expectativas aprendidas de patrones familiares conocidos, que si bien son repetidos sin conciencia, también pueden impulsar comportamientos en el polo opuesto.

Por otro lado, estas expectativas también se nutren de fantasías y sueños alimentadas por las historias de las películas que sitúan el amor bien como algo tormentoso, de lo que se extrae la idea «el amor es sufrir», bien como historias de amor mágicas y de color rosa, que alimentan la idea fantástica del príncipe azul o la princesa de cabellos de oro. Igualmente las letras de las canciones de idolatrados cantantes de moda, reflejan que en el amor o se sufre mucho o todo es ensueño.

De esta manera el amor queda idealizado, por eso cuando llegan las primeras experiencias amorosas, se busca que todo sea tal y como pensamos que «debe» ser para encarnar el cuento anidado en nuestra fantasía. Desde esta perspectiva, a este noviazgo podemos llamarlo NO-VIO, porque en realidad no podemos ver casi nada del otro.

Una vez pasada la fase de enamoramiento, en la que se suelen resaltar y exagerar las cualidades de la persona en la que proyectamos nuestros sentimientos, haciéndonos creer que es la persona ideal con la que queremos compartir nuestra vida, llega una fase de descubrimiento del otro más allá de lo que conocemos, se trata de una imagen más real y por tanto comienza a alejarse de nuestra fantasía.

Es en este punto cuando aparecen las primeras disputas, «yo pensaba, yo creía, tu eres, deberías ser….», a la vez que comienza el esfuerzo por cambiar al otro para que siga encarnando las propias fantasías y poder cumplir nuestras expectativas. Una vez asentada la relación desde esta instalación, solo queda lucha, dolor, decepción, enfados, idas y vueltas.., en definitiva «ni contigo ni sin ti, tienen mis males remedio, contigo porque me matas, sin ti porque ti me muero».

Esta fase se supera con la aceptación de nuestra realidad y de la realidad del otro, entonces comienza un amor más maduro. Otras veces esta dinámica de lucha por cambiar al otro, esta «falacia del cambio» se instala en la relación e impide que crezca cada uno de los miembros de la pareja y la pareja misma.

NO PODEMOS AMAR LO QUE NO CONOCEMOS

CUANDO CONOCEMOS,

NO PODEMOS AMAR A QUIÉN NO ACEPTAMOS

Autor entrada: MariaGuerrero